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¿De que estás quejándote?

 

En el pasaje del Evangelio de hoy, Jesús deja en claro que Él es Dios. Irónicamente, algunos de los Judíos a los que les estaba explicando no captaron el mensaje, a pesar de escuchar a Jesús llegar y decir: "YO SOY" -- lo que para los Judíos significaba "Yaveh", el nombre de Dios. Estaban sordos a la verdad, porque era inesperada y/o desagradable.


¿Estamos nosotros sordos cuando la verdad es difícil de aceptar? Sí, todos nos ponemos duros para escuchar algunas veces.

Jesús les dio la cura para la sordera de los Judíos: "Cuando levanten al Hijo del Hombre, se darán cuenta que YO SOY."

Se estaba refiriendo a la primera lectura de hoy, en la cual escuchamos sobre el pecado de los Israelitas de estar protestando continuamente porque no les gustaba lo que Dios estaba haciendo. Eran como pequeños niños mocosos que no querían comer sus verduras, gimoteando: "¡No nos gusta esta comida aburrida que siguen dándonos. Preferimos ser esclavos en Egipto donde comíamos tortas deliciosas!

¡Qué tontos nos comportamos cuando no nos gusta lo que Dios está haciendo! ¡Qué enfermizas son las alternativas que pensamos que son mejores!

La cura para la estupidez de los Israelitas era una gran dosis de aprecio por la vida. La muerte por víboras venenosas era mucho peor que una dieta aburrida de maná, por lo tanto sus quejas orgullosas se convirtieron en humildes peticiones. Y Dios respondió salvándolos a través de un milagro que presagió el sacrificio de Cristo en la cruz.

Dios podría haber apartado a las víboras con un método diferente, pero se preocupó por las necesidades de las personas exigiéndoles que vieran su castigo. La víbora de bronce elevada en lo alto para que todos la vieran, les recordó su pecado y reforzó su humildad.

Hoy tenemos crucifijos en lo alto de nuestras iglesias para recordarnos nuestros pecados y reforzar nuestra humildad. Allí vemos nuestra salvación.

Las quejas son un signo de que nos hemos olvidado quién es Dios y cuánto se preocupa. Hey, si Jesús pasó por toda esa tortura y la muerte en la cruz por nosotros, ¿no hará todo lo demás que sea bueno para nosotros?

Nuestras quejas indican que pensamos que sabemos mejor que Dios sobre cómo solucionar nuestros problemas. Pero Él ve esclavitud en nuestros, así llamados, planes "mejores". ¡Nos salva de nuestras ideas estúpidas a pesar de nuestro llorisqueo!

Necesitamos enfrentar nuestros pecados, mirar honestamente hacia sus consecuencias venenosas, y clavarlas en la cruz sabiendo que Jesús murió para sanarnos de estos pecados. Hasta entonces, nos sentiremos perdidos, confundidos, ansiosos y abandonados. Sólo cuando regresemos a la humildad nos daremos cuenta de que Jesús ha estado con nosotros todo el tiempo, guiándonos y ayudándonos.

Medita sobre un crucifijo. Identifica tus pecados actuales e imagina poniéndolos en la cruz. Luego ve al Sacramento de la Reconciliación o usa el rito penitencial de la Misa para hacer que suceda realmente.

 

 

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